El caso de los niños de Illfurt es uno de los más importantes de la historia de posesiones y exorcismos.
Entre 1864 y 1869, una familia francesa, de la región de Alsacia, sufrió fenómenos paranormales relacionados con el demonio, que se centraron principalmente en sus dos hijos, Teobaldo y José. En otoño de 1864 los niños cayeron enfermos. Empezaron a adelgazar peligrosamente, y no tardaron en aparecer las alucinaciones: el mayor, Teobaldo, aseguraba que se le aparecía un personaje al que llamaba "maestro", con pico de pato, pies de caballo y el cuerpo cubierto de plumas sucias.
Días después, el chico aseguró que el "maestro" había intentado estrangularle, y todos los que se encontraban en ese momento en la casa pudieron ver cómo se defendía del ser, que, a pesar de ser invisible, dejaba restos de plumas en las manos de Teobaldo.
Más tarde, los niños fueron víctimas de cambios en el comportamiento: tan pronto actuaban con normalidad, como comenzaban a gritar, gesticular... Su voz se volvía ronca y hablaban sin mover los labios, en ocasiones usando lenguas que desconocían, e incluso llegaban a emitir ruidos como de una campana repicando por la muerte de una persona. Al preguntarle a Teobaldo quién había muerto, dijo "Gregorio Kunegal". Su hija se encontraba allí en ese momento, y aseguró que su padre estaba trabajando. Al ir a comprobar si seguía con vida, se le encontró muerto en el suelo como consecuencia de una caída.
Sus cuerpos sufrían deformidades y abultaciones, tenían una fuerza extraordinaria y sus estómagos se hinchaban de tal manera que parecía que fuesen a estallar, pero de repente vomitaban una mezcla de espuma, plumas de pájaro y musgo, y recuperaban su forma original.
Se llegó a la conclusión de que los niños estaban poseídos por el Diablo, pues, además de todo esto, sentían aversión por los símbolos cristianos, como el crucifijo, el rosario, el agua bendita... La temperatura de su habitación era elevadísima, a pesar de los fríos días de invierno.
En 1869 Teobaldo fue exorcizado por el padre Souquat, que descubrió que los demonios que poseían al niño se llamaban Oribás y Ypés. El exorcismo de José fue oficiado por el párroco Brey, que consiguió que el demonio abandonase el cuerpo del niño. Este, a cambio, le pidió permiso para poseer una piara de cerdos, tal como sucedió en el milagro de Jesucristo del endemoniado de Gerasa.
Los niños volvieron a su casa sin recordar absolutamente nada de lo sucedido ni reconocer a las personas que le habían observado.
Sobre este caso, se escribió un libro titulado El diablo. Sus palabras y sus actos en los endemoniados de Illfurt, Alsacia; según documentos históricos, escrito por el Padre Sutter en Turín en 1935.
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