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Junko tenia 17 años, y era una chica sencilla, procedente de una familia trabajadora, que, a pesar de tener muchos amigos, no participaba en algunas de las diversiones comunes entre la juventud: no bebía, ni fumaba, ni salía de fiesta, ni tenía relaciones sexuales.
A Miyano Hiroshi, un compañero de clase que era miembro de bajo nivel de la Yakuza, le gustaba Junko, pero ella no le correspondía. Influenciado por la mafia japonesa, en 1988, junto con otros tres amigos, secuestró a la joven y la sometió a diversas torturas durante 44 días.
En noviembre de 1988, Miyano Hiroshi, Jo Kamisaku, Minato Nobuharu y Watanabe Yasushi, raptaron y escondieron a Junko Furuta en una vivienda de la ciudad de Misato, concretamente en el domicilio de los padres de Nobuharu.
Para evitar levantar sospechas, Hiroshi obligó a Junko a llamar a sus padres para contarles que se había marchado de casa por voluntad propia junto a un amigo y que no corría ningún peligro. Además, tuvo que fingir ser la novia de Nobuharu cuando sus padres estaban presentes, una farsa que apenas se sostuvo unos pocos días. Junko pidió en numerosas ocasiones ayuda a los padres de Nobahuro, pero éstos nunca accedieron a ayudarla por el temor a las amenzadas de Hiroshi.
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El 4 de enero de 1989, Junko fue retada a jugar al mahjong (un juego de mesa de origen chino), saliendo victoriosa. Esto causó la ira de los jóvenes, los cuales le dieron una última paliza para luego rociar sus extremidades, tronco y cara con líquido inflamable y prenderle fuego. Furuta se convulsionó en el suelo durante cuatro horas ante las burlas de sus secuestradores. Murió a causa de un estado de shock.
Los asesinos escondieron su cadáver en un bidón lleno de cemento, el cual fue abandonado en Koto, Tokio.
Poco después, un infiltrado en la Yakuza informó a la policía. A pesar de ser detenidos, los cuatro jóvenes quedaron en libertad, pues ninguno de ellos contaba con los 20 años de edad necesarios para alcanzar la mayoría de edad en Japón y poder ser juzgados.
Esta es la justicia del siglo XX y XXI si nuestros antepasados de hace 120 años, tan sólo, vieran las sociedades q hemos construido dirían y con razón, q estamos enfermos.
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