martes, 6 de marzo de 2012

Automomificación: los Sokushinbutsu

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Durante nueve siglos se ha practicado la automomificación en vida en monasterios japoneses. Este proceso podía durar hasta diez años y era lento y muy doloroso. De forma voluntaria, cientos de religiosos japoneses acabaron con su vida. Son los llamados Sokushinbutsu.









El término Sokushinbutsu siginifica "conseguir la budeidad en vida". Hace referencia a los monjes budistas de Japón, en la provincia de Tohoku, que idearon un proceso de momificación en vida. Según el budismo, al morir nos reencarnamos en otros seres. Solo los budas, personas que alcanzan el estado de iluminación llamado Nirvana, consiguen que su alma se funda con el Universo convirtiéndose en parte de la divinidad.


El origen de esta práctica empieza con la secta Shingon, una escuela budista aficionada al esoterismo. Su fundador, el maestro Kukai, trajo estas enseñanzas de la China Tang, y eran parte de una disciplina secreta tántrica ya desaparecida.

Se conservan unas 28 momias, aunque la automomificación fue practicada por cientos de monjes que no lo consiguieron o cuyos restos se han perdido a lo largo de los años. La primera data de 1081, y la última de 1903.

El proceso tiene tres partes de 1000 días de duración cada uno de ellas:

En el primero, del día 1 al 1000, el monje subsistía a base de frutos secos, harina de trigo y nuez moscada. De esta forma, eliminaban toda la grasa del cuerpo, porque es lo que primero se descompone. Combinaban esta dieta con un programa de ejercicios constante. Al acabar los 1000 días, su cuerpo era tan solo hueso y fibra.


Del día 1001 al 2000 la dieta se endurecía aún más: consumían solo raíces, cortezas, agua del manantial sagrado del Monte Yudono (que contenía altas dosis de arsénico) y un té elaborado a partir del árbol Urushi, cuya savia, tóxica para los seres vivos, se utilizaba para lacar muebles, joyas... Este veneno mataba a los gusanos que habitaban el cuerpo y envenenaba gradualmente el organismo para evitar que fuese devorado por los gusanos al morir. Aparecían frecuentes vómitos, sudores y se reducían los fluidos corporales. Tras este periodo, el monje parece un muerto en vida y apenas puede realizar ninguna tarea.

Del día 2001 al 3000 se lleva a cabo el enterramiento en vida del monje. En una caja de madera y a tres metros de profundidad, se entierra al monje en un espacio de las dimensiones justas para que adopte la posición del loto, donde debe seguir su meditación entre los intensos dolores. En el ataúd se meten raíces y cortezas, además de una caña de bambú que permite la entrada del aire del exterior. Para saber si el monje sigue con vida, debía tocar una campana a diario. El día que la campana deja de sonar, se retira la caña de bambú y se sella la tumba durante otros mil días.

Sokushinbutsu en posición del loto

Al abrir el ataúd se comprueba si la automomificación ha funcionado. Si es así, es colocado en el templo y venerado como a Buda. Pero son muchos los que, a pesar de todos los esfuerzos realizados, no lo consiguen. Sus cuerpos solo se entierran con honores especiales.

A mediados del siglo XIX Japón prohibió la práctica de la automomificación, pero muchos templos siguen exhibiendo estas particulares y macabras momias, que se cree que pueden conceder dones y ayudas a los fieles, tal como Buda.


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