Heinrich Hoffmann es el autor de Der Struwwelpeter (1845), una recopilación de cuentos infantiles con finalidad moral sobre las consecuencias de portarse mal, donde cada historia aparece ilustrada para facilitar su comprensión.
La estructura de los cuentos es similar: un niño con mal comportamiento recibe un castigo ejemplar.
Hoffman decidió escribir este explicito libro para su hijo de tres años. En principio fue titulado Lustige Geschichten und drollige Bilder für Kinder von 3–6 Jahren (Historias muy divertidas y estampas aún más graciosas para niños de 3 a 6 años) pero cambió, a partir de su tercera edición a Der Struwwelpeter (Pedro Melenas)
Pedro Melenas (Struwwelpeter) es uno de los personajes principales:
¡Aquí está, nenes y nenas,
vean bien a Pedro Melenas!
Por no cortarse las uñas
le crecieron diez pezuñas,
y hace más de un año entero
que no ha visto al peluquero.
¡Qué horroroso! -¡Uy, qué miedo!
¡Encontrármelo, no quiero!
La Historia de Gaspar, el Melindroso (Die Geschichte vom Suppen-Kaspar) cuenta la historia de un niño que se niega a comer lo que no le gusta, con un trágico final, ya que adelgaza hasta morir:
Gaspar era un niño sano,
rollizo, tragón y ufano.
La sopa se la comía
sin rechistar, hasta el día
"¡No me la quiero tomar!
¡La sopa no me la como!
¡No la como y no la tomo!"
Al otro día —¡mirad!—
queda sólo la mitad,
pero se pone a gritar:
¡La sopa no me la como!
¡No la como y no la tomo!"
Al tercer día pasado,
anda muy desmejorado,
pero al ver la sopa entrar,
vuelve a ponerse a gritar:
"¡No me la quiero tomar!
¡La sopa no me la como!
¡No la como y no la tomo!"
Al cuarto día —¡qué feo!—
Gaspar parece un fideo.
Y como ya no comió,
al quinto día, murió.
La Historia del Pequeño Chupa-dedo (Die Geschichte vom Daumenlutscher) narra la mutilación de un niño por negarse a dejar de chuparse los pulgares ante la insistencia de su madre:
"Salgo un rato, estate acá
sé bueno, juicioso y pío
hasta que vuelva, hijo mío
y no te chupes el dedo
porque entonces —¡ay, qué miedo!—
vendrá a buscarte, pillastre
con las tijeras el sastre
y te cortará —tris, tras!—
los pulgares, ya verás".
Sale la señora y ¡zas!
¡Chupa que te chuparás…!
Se abre la puerta y de un salto,
entra en la casa, al asalto,
el terrible sastre aquél
que venía en busca de él.
Con la afilada tijera
le corta los dedos —¡fuera!—
y deja al pobre Conrado,
llorando desconsolado.
Cuando mamá vuelve al hogar,
Se lo encuentra -¡puro llorar!-
¡Sin pulgares se quedó,
el sastre se los cortó!
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