Prometeo, uno de los titanes de la mitología griega, había robado el fuego divino y se lo había dado a los hombres para que, cuando estos hiciesen algún sacrificio a los dioses, pudiesen aprovechar las carnes y vísceras y solo ofreciesen los huesos. Zeus, encolerizado, decidió castigar a la humanidad, y encargó a Hefesto, dios del fuego, que modelase a una mujer a imagen y semejanza de los dioses con ayuda de Atenea. Con arcilla, modeló una silueta femenina de sugerentes formas. Cada dios del Monte Olimpo le dio una habilidad a esta mujer: belleza, gracia, sensualidad persuasión... Pero Hermes, el mensajero divino, le dio el don de la mentira.
La llamaron Pandora, que significa omnidotada.
Pero Pandora era una mujer curiosa y desobedeció las órdenes de Zeus. Abrió la caja y todos los males que allí había escaparon y se alojaron entre los hombres. Sin embargo, al cerrar la caja, quedó dentro un solo elemento: la Esperanza.
Para los griegos la Esperanza era "desear que algo se cumpliese". Pero para ellos, los objetivos debían cumplirse con trabajo y esfuerzo, no de manera gratuita, esperando pasivamente que las cosas buenas sucediesen.
Cuando Pandora le entregó la caja a Epimeteo, este la abrió y liberó al único mal que allí quedaba, y entonces la Esperanza se instaló entre los hombres, que podrían aferrarse a ella cuando lo necesitasen.