Me acuerdo de la película American Phsyco (en el que el protagonista, Patrick Bateman, iba cubierto de sangre), cada vez que veo las imágenes de este fenómeno, conocido mundialmente como la lluvia de sangre.
En el año 2001, en Kerala, la India, sucedió que comenzó a llover de color rojo tras la caída de un pequeño asteroide.
Rápidamente se comenzó a buscar una explicación a lo sucedido. En las muestras recogidas en los charcos de agua se encontraron unas bacterias, que muchos sospechan y otros afirman que son de origen extraterrestre, abriendo de nuevo el debate de la teoría de la panspernia.
La lluvia, precedida de un fortísimo trueno y un rayo de luz, al principio era amarilla, verde y negra, y posteriormente se tornó roja.
Este fenómeno ocurrió el 25 de julio de 2001, y se prolongó durante más de 10 días. Los bosques de los alrededores quedaron quemados y teñidos de un color grisáceo.
Los científicos han calculado que aproximadamente cayeron unos 50000 kg de partículas rojas.
El 90% de ese sólido, eran partículas rojas, y el resto, basura espacial y protozoos.
El CESS (Centro de la Tierra de Estudios de la Ciencia) creyó en un primer momento que la causa fue un meteorito que explosionó, y esparciendo sus restos, pero posteriormente, tras otros análisis, informaron que encontraron unas extrañas esporas causantes del color rojo.
Godfrey Louis, físico de la cercana Universidad de Cochin de Ciencia y Tecnología, se interesó por el fenómeno, que en un principio parecía un vulgar caso de contaminación. Recopiló varias muestras y, bajo el microscopio, observó que el agua no tenía polvo ni arena, sino algo mucho más impactante: estaba plagada de células rojas, muy parecidas a los microbios de la Tierra, pero sin pruebas de ADN.
Louis sugirió que las células podían ser extraterrestres, una idea que despertó más de una sonrisa de escepticismo, pero que recibió el visto bueno para su publicación en la revista científica Astrophysics and Space en 2006. Ahora, Louis y otros colegas de renombre afirman algo aún más inquietante: estas células, que ellos creen de otro mundo, se están reproduciendo.
Los glóbulos rojos son una posibilidad, pero deberían haberse destruido rápidamente al contacto con el agua de lluvia.
Desde entonces, Louis ha continuado con el estudio de estas células, con la colaboración de un equipo internacional que incluye a Chandra Wickramasinghe, un investigador de la Universidad de Cardiff (Reino Unido), y uno de los principales defensores de la teoría de la panspermia, la idea de que la vida en la Tierra, como en otros mundos, fue sembrada por el impacto de un cometa o un asteroide, de forma que todos somos extraterrestres.
Ahora, según publica el MIT en su revista Technology Review, estos investigadores aseguran que las células rojas se están reproduciendo a temperaturas de 121ºC. A temperatura ambiente, son inertes. Esto es extremadamente raro. Las esporas de algunos extremófilos pueden sobrevivir a este tipo de temperaturas y reproducirse a temperaturas menores, pero nada que conocemos se comporta así a esas temperaturas.
Aunque este comportamiento no implica, desde luego, el origen extraterrestre de estas células, Wickramasinghe y compañía no pueden resistirse a señalar una explicación tan exótica. Han examinado la forma en que brillan cuando son bombardeadas con luz, y dicen que es notablemente similar a distintos espectros de emisión no explicados en diferentes partes de la galaxia. Uno de estos lugares es el Rectángulo Rojo, una nube de gas y polvo alrededor de una joven estrella en la constelación de Monoceros.
Aunque no se puede admitir semejante teoría sin más pruebas, nadie puede negar que se trata de un fascinante misterio.