La Rectoría de Borley ha pasado a la historia por ser el edificio más embrujado de Gran Bretaña. Fue investigada por el parapsicólogo Harry Price a principios del siglo XX. Price era miembro de la Society Psychal Research y fundador de la National Library of Psychal Research de la Universidad de Londres. Acudió al lugar y comenzó a recabar toda la información que encontró, y descubrió que el paraje donde se encontraba la Rectoría de Borley contaba con un extenso y trágico pasado, marcado por la muerte e insólitos accidentes.
Este caserón, de 23 habitaciones, fue la residencia de Henry Bull, su esposa y sus catorce hijos. Fue construido en 1863 en Borley, en el condado de Essex, sobre un antiguo monasterio benedictino del XIII. Según la leyenda, uno de los monjes del monasterio había huido con una monja del cercano claustro de Bures, pero ambos fueron capturados y apresados. El monje fue ahorcado, el chofer de la carroza donde huían decapitado, y la monja emparedada viva. Y así comenzaron las apariciones. Cada 28 de julio, la monja se aparece y realiza siempre el mismo trayecto, el Nun's Walk, a pesar de que el edificio se quemó en 1939. Pero este no es el único fenómeno paranormal del edificio: se han contabilizado más de dos mil casos.
E.D. Bull, un sacerdote, inició la construcción del rectorado en 1863. Aunque al principio no se vio afectado por las leyendas y los rumores que circulaban sobre el lugar, los hechos cotidianos le hicieron cambiar de opinión.
La familia Bull vivió en el edificio durante 65 años, en los que presenciaron hechos inauditos, corroborados por los vecinos. Pero La Rectoría de Borley cobró fama gracias al sacerdote Eric Smith, que se instaló en la mansión y puso en conocimiento de los periodistas del Daily Mirror lo que estaba sucediendo: tintineos de campanillas, la aparición de una monja en el jardín, sonido de pasos, llaves que saltaban de las cerraduras, gritos, ruidos de carruajes, piedras que volaban desde el tejado, objetos que se movían solos...
El editor del Daily Mirror, debido al gran impacto del artículo, solicitó los servicios de Harry Price. A los tres días de su visita, desbordado por los acontecimientos, decidió organizar una sesión de espiritismo, en la que participaron el reverendo Smith, su esposa, una medium y él. Lograron contactar con el espíritu del constructor de la casa, Henry Bull, que les informó del pasado del lugar.
El reverendo Smith y su mujer abandonaron la casa debido a la agresividad y violencia de los fenómenos que allí se producían. Price tuvo que abandonar la investigación.
Pasado un año, el reverendo Lionel Foyster, primo de Henry Bull, se instaló en la casa con su mujer. Los primeros meses transcurrieron normalmente, pero de pronto volvieron los fenómenos: timbres, campanas, cadenas arrastradas... Incluso se materializaban relojes y monedas. Lo más escalofriante eran unos mensajes que aparecían en las paredes, dirigidos a la mujer:
Marianne, por favor consigue ayuda
No puedo entender, dime más
Foyster solicitó los servicios de Price, que acudió junto a dos empleados y un equipo compuesto por cámaras fotográficas, cintas métricas, polvo para detectar huellas, una cámara cinematográfica, filtros luminosos y acústicos, instrumentos de medición térmica...
Mientras realizaban la investigación, el número de mensajes aumentó. Parecían ser crípticos, encerrar algún tipo de información. De entre todos ellos, el más insólito fue Esta casa será pasto de las llamas.
En 1935, los Foyster abandonaron la casa debido a los problemas psíquicos que sufría Marianne por causa de los fenómenos. Harry Price decidió alquilar la casa el 19 de mayo de 1937, y puso un anuncio en The Times en el que solicitaba voluntarios para el estudio de fenómenos paranormales. Cuarenta y ocho personas fueron reclutadas para vivir en la abadía durante un año y medio.
El 27 de febrero de 1939, el capitán W.H.Gregson se encontraba en la biblioteca, cuando una lámpara de aceite se estrelló misteriosamente contra el suelo. Las llamas se extendieron por la mansión, reduciéndola a cenizas.
Pero los sucesos no acabaron ahí. Durante la demolición del edificio, que había quedado prácticamente derruido, varios obreros aseguraron haber visto extraños portentos entre las ruinas del inmueble, y se descubrieron restos óseos, aunque no se sabe si se corresponden con los de la monja emparedada. Un fotógrafo de Life pudo captar el presunto vuelo de un ladrillo entre los cimientos del edificio.
Harry Price decidió dar por finalizado el caso, y dio sepultura a los restos hallados en el sótano. Sus conclusiones fueron recogidas en dos libros, The most haunted house in England (1940) y The end of Borley Rectory (1945).
En 1956, dos miembros de la Society for Psychal Research, Charles Hope y Henry Douglas, pusieron en entredicho la veracidad de las investigaciones. El comité de la SPR accedió a revisar los documentos de la investigación de Price. Tras cinco años, los resultados fueron publicados en The haunting of Borley Rectory. En opinión de Hope y Douglas, muchos de los fenómenos producidos fueron un fraude, y otros habían sido producidos por un poltergeist originado por Price (a pesar de que los sucesos habían comenzado antes de su llegada).
En 1973 se publicó The ghosts of Borley: Annals of the haunted rectory, de Peter Underwood y el doctor Tabori, en el que reafirmaban las investigaciones de Price. Un año más tarde, un equipo de investigadores de Enfield, encabezado por Ronald R. Russel, retomó las investigaciones en la iglesia colindante a la rectoría, y determinaron que se seguían produciendo extraños fenómenos en el recinto.
Hemos grabado cientos de ruidos extraordinarios, pisadas, golpes y demás. En una ocasión localizamos un centro de perturbación cerca del sepulcro Waldegrave; era tangible, como un torbellino de energía. Cuando se pasaba la mano por él, se sentía una especie de cosquilleo, como el que produce la electricidad estática. En otra ocasión llegamos a escuchar un profundo gruñido.