lunes, 30 de abril de 2012

Los Kukukukus

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Oceanía nos brinda multitud de lugares bellos, extraños, curiosos, perdidos... Entre ellos, está la tribu de los Kukukukus, ubicados en Papúa-Nueva Guinea.

En esta isla cercana a Australia podemos encontrar que sus habitantes hablan unas 700 lenguas distintas, con lo que presuponemos que las relaciones entre ellos no son las mejores, pues comunicación e intercambio cultural siempre han ido de la mano.



También podemos encontrar casi 1000 grupos étnicos, enfrentados algunos desde hace 60.000 años.  Aquí sólo hay un axioma común a todas las tribus: «Si no eres de la mía, eres mi enemigo».

Así pues, incluso en el año 2012, encontramos un montón de tribus que se encuentran aisladas del mundo, conservando tradiciones arcanas que pueden ponerlos los pelos de punta.

Los Kukukukus, son una tribu dominante y muy violenta, siendo considerados como uno de los misterios de la antropología.




Esto hace de la mayoría de los papúes unos indígenas belicosos y terribles a nuestros ojos, pero entre los pueblos de Papúa-Nueva Guinea los realmente feroces y temibles son un pequeño grupo que vive en las montañas de la costa norte de la isla, en lo más alto de la región de Morobe: los angus, un pueblo al que todos los demás llaman con evidente temor «los kukukukus» y del que los antropólogos saben poco.


Son guerreros, malhumorados y feroces, hecho que contrasta con sus menudos cuerpos, pues la media está en 1,50m. Sus prácticas son muy curiosas.

Por ejemplo, su ley impone la práctica de relaciones homosexuales entre jóvenes y adultos, con el fin de mantener un control de natalidad. Estas prácticas, obligan a los jóvenes a realizar felaciones a los adultos y beber su semen, también con el fin de que este les otorgue la fuerza y valía de un guerrero adulto.

Este ritual provoca pánico en las tribus rivales, pero los Kukukukus, tiene su propio némesis, que es el miedo a las almas de sus difuntos y la de espíritus malvados, lo cual lleva a esta tribu a no enterrar nunca a sus muertos.

«Si la tierra probara sus fluidos, luego pediría más y éste sería un lugar sediento de sangre que pediría constantemente nuestras vidas».

En lugar de enterrarlos, los momifican, hecho que fue descubierto por la etnóloga británica Beatrice Blackwood en 1936 pero no ha sido posible fotografiarlo hasta ahora. 

Comienzan extrayendo los órganos del cadáver. Después los atan a una parrilla que colocan sobre suaves brasas para que se deseque lentamente. 







Los fluidos que se destilan del cadáver son bebidos por los parientes cercanos para recuperar la esencia del muerto y evitar que toquen la tierra. Los familiares se encierran en una cabaña donde velan al muerto día y noche durante 2 o 3 meses sin salir en ningún momento. 


Al finalizar el velatorio, trasladan a la momia a la cima de las montañás para que se unan a sus ancestros.

Una vez al año, se les baja para "repararlos" con una savia llamada Kaumaka, la cual la extienden por el cuerpo de la momia para sellar las imperfecciones. Luego las pintan para que tengan mejor aspecto.





Ya desde pequeños, los niños practican en el arte de "maquillar" así las momias, pero practican con animales.

Para el ritual, los Kukukukus se pintan la cara de blanco por que es el color asociado a los espíritus.
Al finalizar la sesión de maquillaje, Cuando el proceso acaba, los kukukukus llevan la momia a un panteón familiar, generalmente una cornisa en un acantilado rocoso, y allí la dejan con sus ancestros y los antepasados de la tribu.





También es frecuente subir a pedirles consejo y protección.

Cuando el ritual termina, los Kukukukus respiran tranquilos: la tierra no reclamará más sangre.





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