El 1 de octubre de 1977, Martin y sus amigos jugaban a las afueras de Tordesillas, Valladolid. Buscando un sitio para esconderse, se dirigieron a un antiguo corral. Tiraron una piedra para asegurarse de que estuviese vacío, y entonces escucharon un ruido metálico muy extraño que atrajo su atención.
Decidieron entrar, y allí encontraron un artefacto en forma de lágrima de unos 3 metros de alto y 2 metros de ancho. Tenía tres ventanas circulares, como ojos de buey, por las que surgían luces de colores. Las patas tenían una serie de estructuras en zigzag, y terminaban en pinchos. La puerta estaba dividida en dos. En el lateral derecho había una especie de tobera formada por varios cilindros que estaba rodeada por vapor condensado.
La nave se elevó, emitiendo un halo de luz que impactó en el pecho de Martín y lo retuvo, pese a los intentos de su amigo por sujetarle. Las pupilas del niño se dilatan, su piel se vuelvó cetrina, y comienza a sudar. Finalmente, el objeto sale volando, y Martín cae inconsciente al suelo.
"La sensación que tuve fue que algo se me metía en el interior de la tripa. Algo que me dejaba enganchado sin permitir moverme adelante ni atrás. Fue entonces cuando comencé a marearme y a sentir que se me iba el sentido. Esa fue la última imagen que tuve. Creo que caí hacia atrás al tiempo que aquello aceleraba recto y en vertical hacia el cielo, mientras las patas se metían dentro del aparato."
Su amigo avisa a algunos vecinos, que lo llevan en volandas a su casa. Su padre se dirigió al granero, donde encontró tres marcas triangulares de tierra abrasada que olía a azufre. Se llevaron una bolsa de tierra ennegrecida, que posteriormente fue estudiada y se demostró que había estado expuesta a temperaturas de 600º.
En los años siguientes, Martín Rodriguez Rodriguez, que siempre había gozado de buena salud, comienza a sufrir dolores estomacales, vómitos, mareos, pérdidas de visión... Es ingresado en el Hospital Onésimo Redondo de Valladolid, y a partir de este momento, es operado en catorce ocasiones, trece de ellas a modo de trepanación del cráneo para controlar el sistema valvular artificial que le pusieron tras diagnosticarle hidrocefalia.
Además, Martín, que siempre había tenido problemas con las matemáticas en el colegio, desarrolló una gran capacidad de retención memorística y una gran habilidad para las relaciones lógicas.
A lo largo de los años, sufrió numerosas recaídas e incluso estados de coma rutinarios, que llevaron a pensar a todos sus conocidos en su fallecimiento.Sin embargo, la vida de Martín ha continuado de forma más o menos normal, superando su enfermedad a pesar de continuar sufriendo las consecuencias de las operaciones realizadas.
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