martes, 24 de abril de 2012

Experimentos con humanos

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A lo largo del siglo XX, muchos investigadores creyeron que era legítimo experimentar con personas que no tenían derechos en la sociedad estadounidense -la gente como los presos, los enfermos mentales, los negros pobres... - pues según los investigadores "los presos eran más baratos que los chimpancés"


A pesar de que en 1947 se llevó a cabo la implantación del Código de Nüremberg, un conjunto de normas internacionales para proteger a los humanos de los experimentos (motivado por los experimentos de Josef Mengele), encontramos numerosos experimentos a lo largo del siglo pasado que dejaron miles de víctimas de estos atroces experimentos, la mayoría participantes inconscientes de estos estudios.






En 1915, el Dr. Joseph Goldberger del gobierno de los Estados Unidos reclutó a presos de Mississippi para probar su teoría de que la pelagra, dolorosa enfermedad, fue causada por una deficiencia en la dieta. A cambio, a los hombres se les ofreció disculpas por su participación no voluntaria.

El Experimento Tuskegee fue un estudio clínico llevado a cabo en Alabama, Estados Unidos, por los servicios de salud. Entre 1932 y 1972, 399 afroamericanos fueron objeto de este experimento, que consistía básicamente en observar la progresión de la sífilis sin hacer nada por tratar de curarla. Los individuos reclutados en el estudio de Tuskegee no dieron su consentimiento y no fueron informados de su diagnostico. En vez de eso, se les dijo que tenían “Mala Sangre” y que se les invitaba a recibir tratamiento gratuito en una clínica. También se les ofreció una comida caliente por día y 50 dólares en caso de muerte para solventar los gastos de su funeral.

Desde 1947, la penicilina estaba generalizada como cura de la sífilis. En lugar de tratar a los sujetos sifilíticos con penicilina y cancelar el estudio, los científicos de Tuskegee se negaron a usar penicilina o a proporcionar información sobre la misma, con el objetivo de continuar el estudio acerca de cómo la enfermedad progresa y mata al paciente.

Así, durante 40 años, los pacientes padecieron llagas, brotes, dolores de cabeza, enfermedades nerviosas y cardíacas... Al final del estudio, sólo 74 de los sujetos de experimentación continuaban con vida, 28 de los hombres habían muerto directamente a causa de la sífilis, 100 murieron por complicaciones derivadas de ella, 40 esposas de los sujetos de experimentación fueron infectadas, 19 niños nacieron aquejados de sífilis congénita... Ningunos de los investigadores responsables fue sancionado

Entre 1946 y 1948, los pacientes en un hospital mental en Guatemala fueron infectados con sífilis. Al parecer, se trató de comprobar si la penicilina podía prevenir alguna enfermedad de transmisión sexual. El estudio no reportó ninguna información útil y fue ocultado durante décadas.

En la prisión de San Quintín, el Dr. Ll. Stanley experimentó con los presos más ancianos para demostrar que se les podía devolver el vigor sexual. Para ello realizaba trasplantes de testículos provenientes de ganado o de presos más jóvenes recientemente ejecutados. Lo más sorprendente fue la escasa reacción de la sociedad. La prensa estadounidense llegó a publicar el siguiente anuncio:

"Protagonice un rol en la Fuente de la Juventud ingresando a la penitenciaría de San Quintín, – una institución donde se revierten los años en los hombres con aptitudes mentales y vitalidad disminuidas y donde se restaura la juventud primaveral, el rejuvenecimiento del cerebro, el vigor de los músculos y la ambición del espíritu. Todo esto se ha hecho, está siendo hecho… por un cirujano con un bisturí" The Washington Post, noviembre 1919.

En la Penitenciaría de Stateville en Illinois y otras dos prisiones más, durante la Segunda Guerra Mundial se reclutaron voluntarios para que probaran medicamentos para la malaria que, de funcionar, podrían ayudar a los soldados combatientes en el Pacífico.

Alrededor de 1940 se experimentó con hombres expuestos a la hepatitis, pacientes de instituciones mentales de Middletown y Norwich, Connecticut. El Dr. Havens, un experto de la Organización Mundial de la Salud sobre enfermedades virales, fue uno de los primeros científicos en diferenciar los tipos de hepatitis y sus causas.


En 1942, a varios enfermos ingresados en la Institución Mental de Ypsilanti, Michigan, se les inyectaron vacunas contra la gripe en fase de experimentación. Después fueron expuestos al virus durante varios meses, con consecuencias nefastas para sus vidas.

En a mediados de los años 40 se llevó a cabo un estudio sobre un virus estomacal mortal en el Instituto Vocacional de Nueva York, una prisión-reformatorio en West Coxsackie. Para ello, se hizo que un grupo de jóvenes tragaran heces con el objetivo de averiguar si la enfermedad se transmitía de esa forma o por vía respiratoria.

En un estudio de la Universidad de Minnesota en esta década, se inyectó a 11 empleados voluntarios de servicios públicos el virus de la malaria. A continuación, los dejaron sin comida durante cinco días. Algunos también fueron sometidos a trabajos forzados. Los hombres perdieron un promedio de 7 kilos y fueron tratados contra la malaria con sulfato de quinina.

Para un estudio en 1957, cuando la pandemia de gripe asiática se estaba extendiendo, los investigadores federales rociaron el virus en la nariz de 23 reclusos en la prisión de Patuxent en Jessup, Maryland, para comparar sus reacciones con las de 32 presos expuestos al virus que habían sido tratados con una nueva vacuna.


En la década de 1950, dos docenas de reclusos voluntarios de la prisión federal en Atlanta fueron infectados con gonorrea, bombeando las bacterias directamente en el tracto urinario a través del pene. Los hombres desarrollaron rápidamente la enfermedad, pero los investigadores señalaron que este método no era comparable a cómo los hombres se infectaban al tener relaciones sexuales con una mujer infectada. Los hombres fueron tratados posteriormente con antibióticos.

En 1963, en el Jewish Chronic Disease Hospital de Brooklyn, se les inyectó a 19 pacientes debilitados y ancianos células de cáncer. Se quería investigar si eran rechazadas por sus cuerpos. La dirección del hospital reconoció que dichos pacientes no habían sido informados de que les estaban siendo inyectados células cancerígenas, ya que éstas eran consideradas ‘inofensivas’.

Entre los años 1963 y 1966 varios niños de la Willowbrook State School, una escuela para niños con retraso mental en Staten Island, fueron infectados oralmente y a través de inyecciones de hepatitis. Este experimento se realizó para ver si los infectados se curaban con gamma globulina.

En 1970, en la prisión Holmesburg de Filadelfia , uno de los presos, llamado Edward "Yusef" Anthony, accedió a que una capa de la piel de su espalda fuera desollada y cubierta con productos químicos abrasadores para probar una droga. Lo hizo por dinero para comprar cigarrillos en la cárcel.

Debido a las críticas y denuncias sociales, el gobierno norteamericano tuvo que "trasladar" sus experimentos a otros sitios, en concreto a países menos desarrollados donde las leyes eran más permisivas en este sentido:


Médicos financiados por Estados Unidos no administraron el fármaco AZT contra el SIDA a todas las mujeres embarazadas infectadas por el VIH en un estudio en Uganda, a pesar de que habían protegido a sus hijos recién nacidos. Las autoridades sanitarias sostuvieron que el estudio respondería a las preguntas sobre el uso de AZT en el mundo en desarrollo.

En otro estudio, de la empresa farmacéutica Pfizer Inc., se dio un antibiótico llamado Trovan a los niños con meningitis en Nigeria, aunque había dudas sobre su eficacia contra esa enfermedad. La consecuencia fue la muerte de 11 niños y la condición de incapacidad en que quedaron muchísimos otros. Pfizer resolvió una demanda de los funcionarios de Nigeria con 75 millones de dólares, pero no admitió haber cometido ninguna infracción.
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