domingo, 13 de mayo de 2012

La Torre de Babel

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Todo el mundo hablaba una misma lengua y empleaba las mismas palabras. Y cuando los hombres emigraron desde Oriente, encontraron una llanura en la región de Senaar y se establecieron allí. Entonces se dijeron unos a otros: “¡Vamos! Fabriquemos ladrillos y pongámolos a cocer al fuego”. Y usaron ladrillos en lugar de piedra, y el asfalto les sirvió de mezcla. Después dijeron: “Edifiquemos una ciudad, y también una torre cuya cúspide llegue hasta el cielo, para perpetuar nuestro nombre y no dispersarnos por toda la tierra”. 
Pero el Señor bajó a ver la ciudad y la torre que los hombres estaban construyendo, y dijo: “Si esta es la primera obra que realizan, nada de lo que se propongan hacer les resultará imposible, mientras formen un solo pueblo y todos hablen la misma lengua. Bajemos entonces, y una vez allí, confundamos su lengua, para que ya no se entiendan unos a otros”.  



Así el Señor los dispersó de aquel lugar, diseminándolos por toda la tierra, y ellos dejaron de construir la ciudad. Por eso se llamó Babel: allí, en efecto, el Señor confundió la lengua de los hombres y los dispersó por toda la tierra.

Génesis, 11



A partir de su mención en el Antiguo Testamento, la Torre de Babel adquiere una dimensión superior a su fastuoso valor arquitectónico. Se convierte en símbolo de la confusión que invade al hombre cuando no puede comunicarse con sus semejantes, porque cada uno emplea su propio idioma. Esta situación fue (según la Biblia) provocada por Dios para castigar el orgullo de los seres humanos que pretendían llegar a tocar el cielo con sus manos.

Para tratar de desentrañar el misterio de la torre babilónica hay que partir de la aseveración de su existencia. Sin duda alguna fue un monumento, que tomó tal trascendencia, hasta el punto de formar parte del folklore de los pueblos, como respuesta al empleo de tantas lenguas.

Etimológicamente el nombre “Babel” nace de dos raíces. La babilónica “Bab-ilu” (puerta de Dios) y la hebrea “balal” (confusión).

La mítica torre se elevaba en la ciudad de Babilonia, al sur de Bagdad, en el curso medio del río Eufrates. 

El pueblo sumerio es considerado el elemento civilizador de esta región. La tradición dice que los sumerios llegaron por el este. Según los estudios arqueológicos se afirma que constituyen una rama de la raza indoeuropea. 

Parece que su país originario era montañoso. Esto resulta verosímil y es deducido por el hecho de que sus dioses están siempre representados de pie sobre una montaña. Los sumerios les rendían culto en lugares elevados. Cuando emigraron al valle del Eufrates, no encontraron elevaciones naturales aptas para el culto religioso. Todo era llano.

De allí su afición a las construcciones elevadas, ya que creían que cuanto más alto llegaban, más cerca de dios se encontraban. Así a estas edificaciones con propósito religioso las llamaron “zigurats”, (colina del cielo o montaña de Dios). Eran torres piramidales escalonadas con un santuario en la terraza y orientadas hacia los cuatro puntos cardinales por sus ángulos. Servían de templos y observatorios a la vez. 

En cada ciudad importante había por lo menos una de tales torres. El primer zigurat de Babilonia fue construido por Hamurabi (1792-1750 a.C.), sexto rey de la dinastía semita, que dominó toda la Mesopotamia y bajo su reinado Babilonia vivió un gran florecimiento cultural. Al comienzo, el mismo Hamurabi promulgó un código legal que inspiró la famosa ley hebrea del talión: “Ojo por ojo. Diente por diente”.

Una de las descripciones más fabulosas de la ciudad de Babilonia es la del historiador griego Herodoto: “Sobrepasa en esplendor a cualquier ciudad del mundo conocido”.

Pero no es la ciudad de Hamurabi ante la cual él se asombra. Se trata de la Babilonia de Nabucodonosor II, que le dio a esta legendaria ciudad su mayor magnificencia dentro del imperio babilónico, pues en el 604 a.C. el templo más grande de Babilonia era el Esagil, dedicado a Marduk, la principal deidad de la ciudad. Con sus dependencias formaba un cuadrilátero de 550 m x 450 m. 

Cerca del templo se erigía el zigurat, de 90 metros de altura, denominado Etemenanki (casa de la fundación del cielo y de la tierra), rebautizado por los hebreos como la torre de Babel. Más allá de la alusión al hecho material de unión de cielo y tierra por medio del zigurat, existe una unión espiritual entre las dos partes organizadas del mundo, según la creencia de la época.

La magnífica ciudad de Babilonia estaba ubicada en el curso original del río Eufrates.

Pero la torre de Babilonia fue destruida por completo. Aunque hoy, gracias a descripciones recogidas en textos antiguos, se puede efectuar una delineación de su arquitectura. 

Herodoto la describió como del tamaño de un estadio, en su parte inferior. Sobre ésta se superponen siete terrazas, a las cuales se accede por un camino exterior en espiral. 

Cabe recordar que lo que vio el filósofo griego no es el edificio original, que había sido destruido previamente por orden de Jerges (479 a.C.), sino la construcción remodelada al sufrir deterioros por las distintas guerras e invasiones.

Durante las excavaciones realizadas en 1899-1917, por una expedición alemana, dirigida por el arquitecto Robert Koldewey, se encontraron los pisos inferiores de la torre. En la tabla de Esagil figuran las dimensiones de la misma. Dice este documento que la base medía un poco más de 89 metros; que la altura, el ancho y el largo eran iguales; las terrazas, de dimensiones desiguales, eran siete en total. 

El edificio estaba coronado por un santuario en el cual (se le dijo a Herodoto) había una cama y una mesa de oro. Nadie dormía allí, salvo una mujer del país elegida por el dios. Este santuario habría estado destinado a la hierogamia del dios.

La tradición histórica reconoce a este zigurat como el prototipo de la bíblica torre de Babel.
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3 comentarios:

  1. Dos datos más:

    El Antiguo Testamento fue escrito por los judíos durante su cautiverio en Babilonia, de ahí tantas semejanzas entre las historias mesopotámicas y las bíblicas.

    La estructura de los zigurats se basaba en la forma de las montañas no por la similitud con los lugares de procedencia, sino porque creían que los dioses vivían en las montañas. Esto se fundamentaba en que la vida "procedía" de ellas: el agua de las cumbres se derretía, y se asociaba a la capacidad generadora de vida. Con los zigurats se pretendía crear una morada artificial para que los dioses protegiesen la ciudad, y de hecho se hacían libaciones en las cumbres de estas construcciones.

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    1. El Antiguo Testamento no fue escrito durante su cautiverio en Babilonia, eso solo una parte como el libro de Daniel pero los demas escritos tuvieron un periodo de cuatro mil años desde el exodo de Egipto hasta despues de salir del cautiverio de Babilonia por lo tanto eso no signigica que sean semejantes los registros.

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